Años de Cárcel

A Coruña, España

Estos días que se habla mucho de cárceles, y tanto de Teixeiro, donde han metido a los padres de Asunta y de donde han sacado a la terrorista Inés Del Río. No puedo dejar de acordarme de Pilar Mingote y Paca Pardo. Hace ahora casi dos años, pasé un par de días por La Coruña tomando unas fotos en esta prisión gallega, para documentar una de las historias que contamos en el libro "Héroes Sociales 2.0". 

Bastaron unas horas en el módulo 10 de mujeres, para darme cuenta que realmente no tenía ni idea de lo que es una cárcel por dentro. Tampoco tenía demasiada idea de qué rol juegan en nuestra sociedad. Da igual cuántas películas haya uno visto sobre el tema o los libros que haya leído. Las cárcel es probablemente el lugar en la tierra más difícil de tratar de imaginar sin experimentarlo. 

Justo antes de entrar al módulo, encima de la puerta, rezaba el artículo 25 de nuestra Constitución que explica para qué se supone que sirven las cárceles:

 

"Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados. En todo caso, tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad"

 

"Reinserción", ese concepto, esa fe en la humanidad.

Pero lo cierto, es que nuestras cárceles, principalmente, están llenas de pobres. De víctimas. De gente que no necesitará reinsertarse, sino insertarse por primera vez cuando salgan. De inocentes nacidos en familias rotas, sin recursos, en ambientes marginales. Donde la educación no llega ni por las mañanas en el colegio, ni por la tarde en la casa. Donde la esperanza de progresar en la vida, se desvanece antes de que salga el sol. La primera ficha que suele caer es por drogas. El resto de delitos irán cayendo por sí solos, uno detrás de otro, como un dominó. Paradójicamente, ingresar en prisión puede salvarles, antes de que se les caíga la última ficha. 

Luego están los locos, esa gente que comete crímenes atroces que a todos nos escandalizan. Violaciones, maltratos, asesinatos macabros. Los que los medios etiquetan como "Los monstruos de …" Los incomprendidos, los traicionados, los impotentes, los que que nacen con un gen mal puesto, qué se yo. 

El grupo que más atención mediática recibe siempre, el de "los malos intelectuales". Los que vivían bien, o mejor que la mayoría, y que acabaron entre rejas. Los que conspiraban contra el status quo. Aquí es donde solemos meter a terroristas y corruptos. No he conocido nunca a un etarra, pero por lo que cuenta Fernando Reinares, que parece que sabe del tema, en su libro "Patriotas de la muerte" y en esta entrevista en RNE, yo apostaría por calificar a la mayoría de los terroristas con un perfil intelectual más bien bajo. Los que tienen más coco saben cómo no mancharse las manos. 

Y por último, los más minoritarios. Los que menos pena dan a los de fuera. Estos que viven en burbujas de cristal, en ambientes en los que sólo vales el dinero que tengas y los favores que puedas hacer. Los corruptos financieros, los Bárcenas, los Mario Conde, los Roca. 

Parece que toda esta gente, son pacientes demasiado heterogéneos como para diagnosticarles la misma enfermedad y recetarles el mismo tratamiento con variaciones en la dosis: "malos malísimos, a la cárcel". Seguramente, estaremos de acuerdo que en todos estos casos, es apropiado controlar su libertad por la amenaza que pueden representar en la calle. Pero ¿ todo el debate que vamos a hacer es cuántos años de cárcel se merecen? ¿la cárcel es una venganza colectiva? ¿los años de cárcel son una moneda de cambio? Y sobre todo ¿por qué dejamos pudrirse a todo esos presos del primer grupo? 

Esas son las preguntas con las que salí de Teixeiro aquella tarde otoño. Pilar Mingote y Paca Pardo, llevan años acudiendo regularmente a la cárcel para ayudar de verdad a darle otra oportunidad a las chicas del módulo 10. Las dos maestras hacen los imposible para que las reclusas se expresen y aprendan a hacerlo. Han hecho con ellas una asociación, una revista, talleres de lectura, una radio, una televisión, conferencias, entrevistas. Y todo con su voluntad y las pocas ayudas que reciben de las gente que les rodean y se enteran de sus proyectos. Pilar Portero lo cuenta mucho mejor que yo en el libro.